Manuel Belgrano y Pío Tristán

 

De todas las acciones de la Independencia, la única que tuvo el carácter de “victoria completa” e indiscutida, fue la Batalla de Salta; donde se rindió todo el ejército realista a las huestes patrias.

El ejército de Pío Tristán entregó todas sus armas, bagajes, municiones y banderas, al General Manuel Belgrano, y se liberó a todos los soldados “bajo la promesa jurada de no tomar las armas contra” las Provincias Unidas, como cuenta el Gral. Paz.

Cuando llegó el momento de que el propio Tristán entregara su espada; Belgrano, no se lo permitió, dejando que la conservara, mientras le daba un abrazo. Antes de la capitulación, Belgrano le había mandado a decir, con un emisario: “Dígale Usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana: que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación”. Casi todos los combatientes, en ambos ejércitos, eran criollos.

En sus relatos, el Gral. Paz agrega que:

el general Belgrano había conocido a Tristán en Europa, y acaso había cultivado con él relaciones amistosas; casi puedo asegurar que se tuteaban. Fuera de esto, quiso el primero abundar en pruebas de confianza y he aquí lo que he presenciado. A los dos o tres días se celebró en la catedral una misa y tedéum en acción de gracias por nuestra victoria (en Salta)… Lo que acabó la misa, salió el general y lo seguíamos pensando dejarlo en su casa; más con sorpresa nuestra y sin detener el paso acelerado que siempre llevaba, al pasar por la casa de Tristán, se entró en ella sin decirnos una palabra. La comitiva se dividió, yéndose los más a sus casas, y siguiéndolo otros, para no dejarlo solo; yo fui de los últimos. Como no se había hecho anunciar, nadie lo esperaba, y encontró la sala sola. Es regular que le hubiera hecho otras visitas, pues conocía muy bien la casa; así es que, sin detenerse, atravesó la sala y entró en otra pieza, que supongo era el escritorio y acaso el dormitorio de Tristán. Oímos hablar algunas palabras, y saliendo inmediatamente éste a la sala, llamó a su mayordomo para encargarle hiciese traer una taza de caldo y una botella de vino generoso. Después supimos allí mismo que nuestro general se había sentido algo indispuesto, y había querido tomar un confortante”.

Belgrano se sentía cómodo en compañía de Tristán, a tal punto que buscó a su ex compañero de universidad, cuando no se sintió bien.

Tristán no tenía el carácter cruel y riguroso de su primo Goyeneche. No hay registros contundentes de actitudes desleales o inhumanas, por parte de Tristán, en los pueblos que ocupara, o con sus prisioneros.

Fue uno de los pocos realistas que cumplió con su palabra empeñada a Belgrano. De hecho, jamás volvió a empeñar sus armas contra las Provincias Unidas y retornó pacíficamente a su Perú natal.

Texto: Juan Pablo Bustos Thames